Mi papá nos abandonó cuando yo tenía cuatro años. Desde entonces la casa fue un calvario. Mi mamá tenía dos estados de ánimo: o estaba agresiva o estaba deprimida. A los 17 años no la soporté más y me fui de casa. Todo era muy complicado. Tres años después conocí a alguien y empezamos una vida en pareja. Era un buen hombre, me quería, estuve casi 10 años con él, pero en el fondo yo lo veía más como un padre adoptivo que como mi pareja. A los 30 años rompí esa relación.

Hace dos años conocí a Sebastián. Estaba casado, me lo dijo de entrada, no lo ocultó. También me contó que su esposa está embarazada. Igual seguimos adelante. Yo creía que podía controlar mis emociones y mantener una especie de distancia afectiva. Sin embargo cada vez me enamoraba más de él. Hace unos meses nació su hija, se llama Milena. Desde entonces empezamos a vernos mucho menos. Yo sigo enamorada.

Mis amigas me dicen que termine esta relación, pero no puedo. Mi vida es desastre, mi trabajo es un desastre, con mi mamá solo hablamos para pelear, mis amigas tienen sus vidas, no tengo a nadie.

Los sábados son el peor día de la semana. A veces salgo sola a caminar tratando de olvidarme. Siempre evito los parques y las plazas, porque si por casualidad veo a un hombre cualquiera paseando con su hija ya no puedo resistirlo, lloro sola. Se me caen las lágrimas durante un rato, hasta que me alejo y logro pensar en otra cosa.

Julieta