Sin paz
Por más acostumbrados que estemos, la ansiedad y la exigencia no son los estados naturales del ser humano. ¿Qué es lo que te empuja todo el tiempo?
Por más acostumbrados que estemos, la ansiedad y la exigencia no son los estados naturales del ser humano. ¿Qué es lo que te empuja todo el tiempo?
La verdad es el puente que nos cruza desde una vida de telenovela a una vida real y por ende, más plena. Claro que hay que estar dispuesto a cruzar ese puente.
La planificación está sobrevalorada. Está bien hacerla, pero no al punto de ignorar que todo plan interactua con la realidad que siempre es dinámica, y suele no estar muy preocupada por nuestros planes.
Hay momentos en la vida en los que ni siquiera sabemos qué es lo mejor para nosotros. Por eso, el desafío es poder elegir lo que sentimos como verdadero, aunque sea un camino mucho más difícil. Y luego, dejar el resultado en manos de Dios.
Por lo general los dilemas ofrecen dos alternativas que son falsas. Hay que aprender a ver más allá de ellas.
Solemos vivir con altos niveles de ansiedad. Y nuestros esfuerzos por reducirla pueden incrementarla, ya que terminan siendo otra obligación más a cumplir en el día. ¿Qué hacer?
Solo cuando asumimos nuestra impotencia y nuestro fracaso, la vida puede ingresar en nuestro corazón y empezar a modelarlo.
Tratamos de brillar a cualquier precio, con la esperanza que nos admiren, nos quieran. Pero aún en caso de lograrlo, nos sirve de poco. Rápidamente percibimos que es un mal sustituto de lo que verdaderamente anhelábamos: ser amados por lo que somos, y no por lo que logramos.
El enamoramiento puede ser fatal. Puede destruir la vida tal como la conocíamos. Y no tiene gama intermedia: del máximo gozo al máximo sufrimiento en cuestión de instantes.
La vida puede ser como un barril sin fondo, en donde nada nos alcanza. Y sin embargo, nos estamos muriendo de hambre en medio de un banquete.