Mi familia siempre fue muy exigente y el clima que se respiraba era de excelencia.

“Las cosas se hacen bien o no se hacen”, se decía. Como se hace para hacer bien algo que no se sabe? Qué se hace perfecto la primera vez?

Creí que la única forma de existir era siendo exitosa. Sino, sentía que no valía nada. Podría haber elegido el camino de mi hermano menor, rebelde sin causa. Pero percibía que debajo de su supuesta “libertad”, había un chico que sufría por ser la oveja negra.

Me relacioné con mi familia a través del “éxito”. La mejor alumna, la mejor deportista, la mejor compañera, la mejor…

Un infierno. Agotador. Y con el íntimo temor que si paraba de esforzarme o si las cosas no salían perfectas, no me amaran.

Hoy sé que eso no era amor. Era un intercambio, casi comercial. Soy buena, entonces me valoran.

Con el tiempo me volví rígida; como sería posible aprender, probar, si había que ser perfecta? Y serla de entrada?

A su vez, fui viviendo mi vida a solas. Solo llevaba a casa los éxitos. Trataba de no contar nada de lo que me pasaba, no fuera cosa que mis padres fueran testigos de algún fracaso.

No les contaba ni los exámenes de la facultad, ni los torneos de mi deporte.

Llegué a ser campeona nacional de esgrima. Mis padres rara vez vinieron a verme. Durante varios años estuve al tope del ranking y siempre lo hice en soledad. Para no exponerme a que me vieran perder algunas pocas veces, ellos y yo nos perdimos de que me vieran ganar, y sobre todo, jugar. Triste ecuación.

No me siento la responsable exclusiva de esa situación. Calculo que ellos sentirían terror de verme perder, y por eso no estaban más cerca mío. Imaginarían que sería muy doloroso para mí. O lo sería para ellos?

Miro para atrás mi vida y me da tristeza. La viví en soledad, por miedo a que me vieran imperfecta.

Lo bueno es que toda esa experiencia me sirvió para no repetir esa historia con mis hijos. A ellos los acompaño a todos lados y pese a mi exigencia les vivo diciendo que no se preocupen demasiado por el resultado. Que se esfuercen, que pongan el énfasis en el proceso.

Natacha

Queres ser perfecto? Para qué destruirte?

El amor no es algo a merecer.


Queres ser perfecto? Para qué destruirte?

El amor no es algo a merecer.

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