Nací en una familia llena de violencia. Mi padre era alcohólico y tanto mi madre como mis 8 hermanos sufríamos castigos severos.

En mi adolescencia papá se fue con nuestra vecina. Nosotros quedamos con nuestra madre y éramos la humillación del barrio.

Yo me volví rebelde y sentía mucha bronca por toda la situación.

Yo vivía de fiesta con hombres y amigos. Sufrí varios abusos sexuales que hasta creo que me los busqué.

Quedé embarazada de Rodrigo, mi hermoso hijo, y su padre desapareció diciendo que no era suyo.

Mi hijo fue creciendo y yo con él. Yo le tenía miedo al amor así que solo salia por sexo y cuando me cansaba de ese amante lo dejaba.

Conocí a Rubén con quien todo pareció mejorar y tuvimos dos hijos. Pero con el tiempo vi que era alcohólico. Repetía la historia de mi madre.

Me separé y después de un tiempo me enamoré de Hugo. Él era mayor y vivía lejos. Lo que al principio parecía bueno con el tiempo se volvió tóxico. Me controlaba, amenazaba, y empecé a tenerle miedo.

En el medio tuve un abuso sexual callejero que me dejó con ataques de pánico lo cual me hacía muy difícil separarme.

Finalmente junté fuerzas y pude hacerlo. Me tomó años recuperarme.

Pero la vida te da revanchas y la mía se llama Pablo. Él me demostró con palabras y con hechos que el amor existe y vale la pena.

Hace años que vivimos juntos y como decimos, solo nos faltó un hijo como sello de nuestro amor.

A mis 45 años puedo decir fehacientemente que la vida te da esa oportunidad de volver a creer y sanar las heridas del pasado.

Alito

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