Cuando me desarrollé empecé a engordar. Para cuando tenía 18 era obesa. Por esa razón mis vínculos con los hombres siempre fueron problemáticos. Ninguno de los que me gustaban se fijaba en mí

Así y todo pude formar una pareja y tener una familia. Todo fue difícil porque los gordos somos rechazados, por no decir despreciados.

Mi marido me dejó, harto de tener una esposa obesa. Me refugié en mis hijos y seguí como pude.

A los 40 empecé a tener problemas de salud. A los 45 me recomendaron que me hiciera la cirugía gástrica para evitar más complicaciones futuras como diabetes e hipertensión, además de problemas articulares.

Me costó mucho tomar la decisión pero finalmente a los 50 me operé.

En pocos  meses bajé más de 60 kg. Si bien me veía más linda y podía ponerme ropa apretada y arreglarme, en la medida que seguía perdiendo peso una angustia se iba apoderando de mí.

Cuando llegué a pesar 55 kg, sentía un gran desasosiego. Era el mismo peso que tenía en mi adolescencia, antes de que empezara a engordar.

Después de unas semanas en ese estado, recordé una situación y entendí lo que me venía pasando, no ahora, sino desde hacía casi 40 años.

A mis doce fui abusada varias veces por un amigo de la familia. Mis padres ni enterados, y yo no se los podía contar porque estaba paralizada. Cuando ese calvario terminó empecé a engordar. Justo era mi pubertad. Y más que desarrollarme y volverme atractiva, yo anhelaba volverme gorda, repulsiva, así ningún hombre se fijaba en mi. Así estaría a salvo y podría vivir en paz.

Perder los 70kg que había ganado para protegerme volvió a dejarme expuesta, vulnerable. Ahora era atractiva nuevamente, más allá de que tuviera 50 años. Volverían los abusos?

Pienso que hoy tengo recursos para defenderme, pero la angustia por la experiencia que pasé cuando era una chica me sigue condicionando.

Sandra