Me fui de casa a los 17, escapando de una familia en la que se vivía un clima horrible de mucha violencia emocional.

Me casé a los 20 y tuve dos hijos. Mi matrimonio fue espantoso y me tomo diez años separarme. Poco después conocí a un militar que era todo un caballero. Aunque yo no quería involucrarme sentimentalmente porque todavía no estaba preparada, me enamoré.

Él también venía de una separación complicada y aunque tenía dos hijos, no los veía y nunca quería hablar del tema.

Al año decidimos irnos a vivir juntos. La relación se fue enfriando y él empezó a tener problemas cardíacos por lo cual nuestra vida sexual fue muriéndose. Yo lo aceptaba, porque fui educada para aguantar.

Estuvimos diez años juntos hasta que el día en que se retiró del ejército y tuvo que ir al banco a cobrar un dinero especial porque nos íbamos a trasladar, desapareció.

Al principio me asusté mucho, hice la denuncia en la policía. Durante 48 hs no supe nada, hasta que finalmente un conocido me mando un mensaje diciéndome que mi marido estaba en otra provincia, y que había decidido vivir su amor con otro hombre, que era su mejor amigo de toda la vida. Que le diera tiempo.

Al principio estaba totalmente desconcertada. También me sentía estafada, no porque se hubiera ido con otro, sino porque hubiéramos vivido tantos años en una mentira, y por como fue el final.

Pero después me di cuenta que no solo él había salido del closet; yo también. Aunque de un placard distinto porque yo no era homosexual, sino que el hecho que me abandonara fue una liberación. Él no tenía que seguir fingiendo heterosexualidad en el ámbito militar, y yo no tenía que seguir aguantando una pareja que no funcionaba. Desde ese día soy libre.

Como dice el refrán, la vida no te quita cosas, te libera de cosas.

Betina