Lo que había comenzado como un diálogo empático se había transformado en una frustración.

-Pero me estás limitando, -se quejó la discípula.

-En la vida siempre hay límites, -respondió el Maestro con ternura.

A la joven se le llenaron los ojos de lágrimas. El Maestro la abrazó, conectando con su dolor. ¿Qué era madurar, sino registrar las limitaciones? ¿Y qué podía hacer hacer él? ¿Mentir, pretendiendo evitarle un dolor que luego la vida mostrara en forma más dura?

Las lágrimas de la joven certificaban que se trataba de un asunto importante. Como si caminara en puntas de pie, el Maestro intentó aproximarse al tema.

-¿Por qué llorabas?

-Yo sé que actuar es mi pasión, pero también quiero formar una familia, y tener un estilo de vida. Y es casi imposible vivir siendo actriz. Solo muy pocas son tocadas por la barita mágica.

Era cierto que vivir de la actuación era difícil. Pero el Maestro tampoco pudo evitar preguntarse si las muchas posibilidades que le había dado aquella familia, no habrían terminado siendo un lastre.

-Es verdad que vivir como actriz no es fácil. Pero en la otra punta, acceder a un buen estilo de vida haciendo algo que no nos moviliza, es muy triste. Y entre esos extremos transcurre la vida.

-Es que no quiero morirme de hambre. Por eso pensé en estudiar periodismo, que es algo que me gusta y seguramente me permita vivir mejor.

-Es que eso tampoco es seguro…

Ella lo miró decepcionada.

-Creo que la clave es estar dispuesta a transitar un camino.

-Pero si sé que el camino no me va a llevar a ningún lado, ¿para qué transitarlo?

-¿Cómo estás tan segura que no te llevará a ningún lado?

-Porque lo logra una de cada mil…

-Ese es un análisis incompleto. No debiéramos elegir algo solo por la posibilidad de destacarnos. Lo que nos tiene que movilizar es la actividad en sí; probar, aprender.

-Es muy duro, y yo no quiero hacerme mierda.

-Preferís hacerte mierda ahora…

La joven volvía a estremecerse. Había enterrado este tema por ser algo imposible; pero volvía una y otra vez para recordarle que estaba bien vivo. El Maestro retomó:

-No quiero perder tiempo preguntándote por qué estás tan segura que no serás una gran actriz. Prefiero que me cuentes algo más simple: ¿cómo sabés a dónde vas a estar parada después de dos o tres años de hacer lo que te gusta? Salvo que lo hagas, nunca sabrás cuáles son las perspectivas y posibilidades que se tiene en ese camino.

-¿Qué podría variar? ¿Darme cuenta que me encanta y tener que dejarlo porque no puedo vivir de eso? Eso es justamente lo que quiero evitar.

-Cuentan que para salvarse, un condenado a muerte le prometió al rey que si le daba un año de plazo, le enseñaría a hablar a sus caballos. Luego que el intrigado monarca accediera, un amigo le preguntó al reo si se había vuelto loco. Éste le dijo: «-en un año pueden pasar muchas cosas. Puede haber una guerra o un terremoto; se puede morir el rey o morirme yo; y quien sabe, hasta es posible que los caballos aprendan a hablar. Y sino, al menos gané un año de vida…»

La joven escuchaba fastidiada. El Maestro continuó.

-¿No te parece un poco drástica tu decisión? Para no sufrir en el futuro, sufrís ahora. Pero podrías seguir un camino con corazón, aunque desconozcas a dónde te llevará. Si lo empezás, en algunos años pueden pasar muchas cosas, como que seas una gran actriz. O aún dándote cuenta que nunca llegarás a serlo, serás alguien que vivió y aprendió, y que tal vez pueda resignificar su vocación siendo productora, guionista, o representante de actrices… Conozco a alguien que cuando era niño quería ser un gran futbolista. Ya en la adolescencia se dio cuenta que nunca lo iba a ser. Entonces se propuso ser el presidente del club de sus amores. De grande, lo consiguió y fue el mejor de toda la historia, logrando un montón de títulos e incrementando notablemente el patrimonio de la institución.

-Es que a mí no me interesa. Solo quiero una cosa y es improbable que suceda.

-Entonces mejor ni empezar el camino.

-Creo que sí…

-Si estás tan en paz con tu decisión, ¿por qué se te llenan los ojos de lágrimas?

-Porque duele…

-¿Qué es lo que duele?

-No poder hacer lo que uno quiere. Vos me dijiste que siempre hay límites.

-Que haya límites no nos impide que elijamos transitar un camino que nos llama. Y aunque tal vez no lleguemos al lugar que desearíamos, no debiéramos dejar de recorrerlo. Aprenderemos muchas cosas durante el viaje; nos conoceremos a nosotros mismos, y tendremos la alegría de hacer algo que nos moviliza.

¿Y después? En su momento se verá. ¿Cómo saber cuál es la vista desde una montaña antes de haberla subido?

La joven sentía una gran dualidad. Resultaba irónico que estuviera peleando contra alguien que la empujaba en dirección de su sueño. Pero así eran los seres humanos. Los peores enemigos de sí mismos.

-¿Por qué llorás; por el tiempo que perdiste? ¿Creés que podrías haber empezado antes y que al haberlo evaluado y descartado hace algunos años, ya es muy tarde para hacerlo? ¿Te angustia pensar que fuiste vos la que dejó pasar el tren?

Ella permanecía en silencio con los ojos rojos y llenos de lágrimas. El Maestro podía percibir su angustia. A su vez, sorprenderse una vez más por los mecanismos defensivos de las personas que, tratando de protegerse del dolor, solo lo incrementaban.

-Es lógico que quieras protegerte del sufrimiento; ¿a quién le gusta sufrir? Pero tenés que saber que nuestros intentos de evitar el sufrimiento solo lo agigantan. Vos ahora tenés el mismo problema de un tiempo atrás, agravado por los años que desperdiciaste en tu vano intento de escaparle a la frustración. Pero tenés suerte; si tu tiempo se hubiera agotado tendrías un dolor enorme. Afortunadamente no es el caso y podrás recorrer un camino interesantísimo.

La joven parecía inconmovible.

-¿Querrías ser actriz porque te gusta actuar o para recibir un Oscar en la alfombra roja de Holywood?

La cara de la chica corroboraba que aquella pregunta tenía algo de verdad.

-Aunque me encantaría, ser una estrella de Holywood no es determinante. Sí querría poder vivir bien.

¿Tanto podía condicionar a alguien el estilo de vida? El Maestro intuía que el problema central no era ese, sino la errónea idea que la vida era una línea recta.

Consciente de lo limitadas que podían ser las razones y las palabras, el Maestro se dispuso a abrazar a la joven. Sin embargo, ella no quiso.

¿Quién podía aceptar un abrazo cuando estaba rechazando la vida? Resultaba paradójico cuando todo aquel que estuviera peleado con la vida necesitaba un abrazo con desesperación.

El Maestro le tomó la mano, acariciándosela con el dedo índice. Luego le dijo:

-La vida no te va a dar las certezas que buscas. Pero te ofrece caminos. Y recordá que nuestro camino lo vamos encontrando mientras caminamos. No es una ruta que definimos en un mapa sentados en el escritorio. Acá las cosas no funcionan así. Y no es que no haya mapas. Es que los mapas de otros no sirven. Y el nuestro, solo podemos descubrirlo mientras caminamos.

La joven suspiró.

-Ponete en marcha. Empezá un camino que sientas. No pases más tiempo buscando el camino perfecto. Ese sendero no se encuentra en tu cabeza, sino que será una mezcla de mente y corazón. Lo conocerás andando y en dos o tres años estarás en lugar imposible de visualizar ahora.

-Tengo miedo de salir lastimada.

-Eso se llama miedo de vivir. La vida siempre nos lastima. Mucho. Pero también nos sana y nos puede colmar de sentido. Seguí tu corazón sin por eso perder la cabeza. Pero una vez que escuchamos un llamado, no podemos desoírlo. Seguí el camino a fondo. Ya sabrás cuando sea momento de parar, reflexionar, y ver por donde seguir.

-¿No es demasiado tarde? Perdí mucho tiempo…

-Nunca es demasiado tarde para permitirnos ser quienes en verdad somos. Y todos nos tomamos mucho tiempo para animarnos a seguir nuestro camino.

Sin aquel enorme peso encima, la joven pudo abrazarlo.

Artículo de Juan Tonelli: Miedo a jugarme.

[poll id=»139″]