-Ricardo está en su mejor momento, -dijo el principal asesor del candidato presidencial.

-¿Por qué?, -preguntó Mariana.

-Tiene una solidez notable. Claro, nunca se da un gusto…

-¿A qué te referís con que «nunca se da un gusto»?

-A que nunca, pero nunca, dice lo que piensa. Ni lo que siente. Ni la verdad. Simplemente dice lo que tiene que decir.

Mariana se quedó atónita.

-Excepcional.

-Pero; ¿y qué pasa si gana? Pensé que la política se hacía con la verdad…

-Mariana… ¿Vos pensás que en todos los años que llevo en el gabinete, alguna vez hemos hablado de las necesidades de los ciudadanos? ¿Te creés que eso le importa a alguien?

Mariana no podía dar crédito a lo que escuchaba.

-Lo único que importa es si las acciones benefician o perjudican al candidato, -completó el asesor. Todo lo que excede a ese análisis binario no le interesa a nadie.

Mariana se hundía cada vez más.

-Si yo fuera y le dijera a Ricardo «me voy a robar la bóveda del banco de la provincia», él me miraría como diciéndome «¿y eso a mí en qué me implica?»

-O sea que no le importa, -balbuceó Mariana.

-Le importaría si lo puede perjudicar. Pero sino, se desentendería del tema.

-Pero que te robes el banco lo perjudicaría…

-Y por eso podría intervenir. No porque sea malo para la sociedad o para los ahorristas, sino porque perjudicaría su carrera política.

Mariana no salía de su estupor. -¿No hay margen de ayudarlo a pensar?, -preguntó con idealismo.

-¿Pensar en qué? Él solo quiere ser presidente y mantenerse ahí arriba el mayor tiempo posible.

-Una motivación muy trascendente, -dijo Mariana con sarcasmo.

-No te creas; exige mucha disciplina. Para poder llegar, te tiene que gustar el poder por sobre cualquier cosa. Si te gustan los negocios o las mujeres por encima del poder, no llegás.

-Sin embargo, la mayoría de los presidentes tienen problemas con casos de corrupción que siempre los salpican. Y también con mujeres, aunque estos rara vez toman estado público.

-Es que si coger te gusta más que el poder, estás jodido. Aparte, no tiene sentido.

-¿Por qué?, -preguntó Mariana con ingenuidad.

-Porque si tenés poder, cogés todo lo que querés.

Mariana se preguntó si personas de este tipo conocerían lo que era el amor. O un sentido trascendente de la vida, y su rol para construir una sociedad más justa.

-¿Por qué no se puede ayudarlo al candidato a ser mejor persona?, -insistió Mariana con candidez.

-Porque no es una preocupación. Y uno no puede asumir lo que el involucrado no asume. Aparte; nosotros somos neuróticos, pero ellos son psicópatas.

-¿A qué te referís?

-Te matan y no sienten ni culpa. Ninguna emoción recorre su cuerpo. Su aparato de negación para protegerse, es atroz. Sabés la cantidad de veces que vi a Ricardo entregar a sus hermanos… Y me pregunté: si él ni cuida a sus hermanos; ¿qué me queda a mí? Por eso, todo el tiempo hay que hacerles creer que son lo más importante. Que están llamados a ocupar un lugar único en la historia, no solo del país, sino del mundo.

-Todo cinismo, -dijo Mariana suspirando.

-Y sí…  Durante años insistí en decir la verdad, en ser ecuánime y equilibrado.

-¿Y qué pasó?

-Me fue pésimo. Así no avanzás en la vida. Al menos, en la política o las organizaciones. Por eso cuando de vez en cuando se me escapa una verdad y Ricardo se enoja conmigo, la arreglo diciéndole: «por algo vos estás en un lugar tan encumbrando y yo en uno tanto más abajo»… Y cuando digo eso, él vibra como si tuviera un orgasmo.

Mariana sentía un rechazo visceral a toda la conversación. -¿Y para esto quiere ser presidente?, -preguntó resignada.

-Y sí. Narcisismo puro.

-Pero todo ese reconocimiento, todo ese poder, el dinero, y las miles de mujeres que pueda elegir para acostarse no le van a dar lo que busca…

-¿Qué decís que es lo que busca?

-Ser amado.

Como contracara del hartazgo con que Mariana escuchaba las palabras de su interlocutor, el asesor la miró con ternura. No podía creer semejante trivialidad.

-¿A quién le importa ser amado si puede tener poder, dinero, sexo?

-Porque son todas búsquedas falsas y por ende efímeras. El placer, el tener, el poder son sucedáneos del amor que no brindan  plenitud.

-¿Lo decís en serio?

-Sí

-¿Me estás diciendo que es mejor ser un buen empleado que va en subte al trabajo y aguanta el maltrato de su jefe?

-Bueno…puede haber paz, dignidad, libertad. Claro que son valores que tu candidato ni registra. ¿Qué vivencias lo habrán marcado para elegir un camino en el que se deforma tanto?

El asesor guardó silencio. Reconocía verdad en aquellas reflexiones, que por otra parte, lo interpelaban.

Mariana no estaba mejor. Sabía que las sociedades solían tener los dirigentes que se merecen. No había líderes que venían de Marte para hacerse cargo del gobierno. Siempre surgían de la población de ese país.

-¿Y qué va a pasar el día que Ricardo sea presidente?

El asesor permanecía callado intuyendo una emboscada.

-Va a estar contento. Su mamá estará orgullosa de él. Y él sentirá una satisfacción interna por demostrarle a todo el mundo, en especial a todos los que se burlaron o lo maltrataron, que él pudo. Que era más listo y fuerte que todos. Habrá entrado en los libros de historia.

Con su interlocutor mudo, Mariana prosiguió su monólogo.

-Podrá cobrar fortunas por autorizar o negar un negocio. Recibirá comisiones millonarias de proveedores del Estado. Podrá elegir con qué mujer acostarse cada noche, ya que una infinita cantidad de ellas estará dispuesta a tener sexo con el presidente. Sea porque aspiran a conseguir algún reaseguro económico, o por el mero erotismo del poder. Son tantas las mujeres que avanzan por la vida a los conchazos… Y los hombres de poder, tan estúpidos…

El deprimido ahora era el asesor. Mariana continuó implacable.

-Pero más tarde o más temprano, tendrá que dejar ese lugar en el que los demás lo ven como Dios en la tierra y que seguramente él vivirá como un infierno.

-¿Por qué decís que vivirá la presidencia como un infierno?, -preguntó el asesor.

-Porque nunca tendrá paz. Nunca tendrá una intimidad verdadera con nadie. Mucho menos experimentará la confianza. Tendrá soledad y miedo. Ese es el precio de su droga.

El asesor sabía de lo que le estaban hablando. Pero era de los que prefería el maltrato protector del poder, a una tranquilidad fuera de él, que percibía como la muerte misma.

-Te entiendo, -le dijo Mariana. Es difícil renunciar a la droga. Pensarás que sin la adrenalina, sin el vértigo, las mujeres, la alfombra roja, ni los negocios, no se puede vivir…

-Se puede vivir, pero no tiene sentido esa vida. Vos me ofrecés una existencia de monasterio.

Mariana riéndose le dijo: -No te creas; en el monasterio está lleno de miserias humanas.

-Por eso; mucho mejor vivir las miserias más espléndidas con los faustos del poder.

-Vas a tener un vacío impresionante.

-Piso el acelerador a fondo y sigo para adelante.

-Es una buena forma de huir del vacío. Y una mala manera de vivir.

Ricardo ganó las elecciones e hizo una presidencia discreta. Muy humana.
Artículo de Juan Tonelli: No seré feliz pero tengo poder.

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