«- No voy a ir a la iglesia. No me caso. Perdón.»

Sonia leyó el sms sin poder creer lo que le estaba pasando. Intentó llamar a Pedro pero obviamente su celular estaba apagado.

A bordo de una imponente limusina, ella le contó a su padre las novedades. Él la miró a sus ojos llenos de lágrimas, y le tomó la mano.

El perplejo chofer, sabiendo que estaban a sólo dos cuadras de la catedral en donde esperaban quinientas personas, levantó el pie del acelerador, y detuvo la limusina.

La novia abandonada miró a través de la ventanilla, incapaz de ver algo. Su padre le apretaba fuerte la mano y pese a sentirse paralizado, agarró el celular y llamó a su hijo para que suspendiera todo.

«- Por favor avisale a monseñor y después informale a la gente que la boda está suspendida. No des más explicaciones…»

«- Esperá», lo interrumpió la novia, quien escuchaba la conversación con la mirada perdida.

El padre se detuvo sin comprender.

«- Cortá y decile que en unos minutos lo llamamos de nuevo», agregó ella.

Infinitas emociones atravesaban el corazón de esa mujer abandonada en el peor momento. Pensó en los quinientos amigos e invitados que estarían en la catedral, esperando la boda del año que finalmente no ocurriría.

Imaginó la cara del arzobispo que los iba a casar, cuando se enterara que el novio había desertado. Vinieron a su mente las veinte personas del coro, la soprano, y las canciones que los dos habían elegido especialmente para el momento cumbre: el Ave María de Gounod, el Aleluya de Vivaldi y el Aria para la cuerda de Sol, de Bach. Tantos esfuerzos y detalles, todos tirados a la basura. Recordó la selección de cada una de las lecturas que serían parte de la ceremonia. Las flores, las alfombras, las velas.

Sonia pensó en la fiesta; habían contratado un palacio con unos jardines increíbles. Imaginó las mesas decoradas con los centros florales preparados por la paisajista más exclusiva. La vajilla inglesa, los vinos de Napa Valley y el champagne Veuve Clicquot. La comida preparada por el mejor chef francés, traído especialmente de la Bourgogne.

El disc jockey, el mismísimo David Guetta. ¿Para qué tanto esfuerzo, dinero, pasión, amor? Todo acababa de ser sepultado por un simple y cruel mensaje de texto. ¿Tan fácilmente se podía destruir todo?

Trató de representarse las caras de las personas cuando su hermano les informara que la boda estaba suspendida. Más allá de la propuesta de su padre de no dar explicaciones, tomaría segundos antes de que todo el mundo supiera que la habían abandonando en el altar. ¿Se podía esconder semejante realidad?

Sonia registró las múltiples señales de Pedro para no casarse. Él nunca había estado convencido, pero entre la fuerza y la negación que ella tenía, todo había parecido natural. No pudo evitar conjeturar que si no hubiera forzado las cosas, no se hubiera expuesto a semejante ridículo.

La limusina seguía con el motor encendido, lista para continuar el viaje a algún destino. Con el corazón latiendo a doscientas pulsaciones por minuto, Sonia recordó a su profesor de sociología, quien para ella había sido su gran mentor.

Él distinguía a los seres humanos en dos categorías: los que aprendían y los que no.

Aquella hipótesis había dado lugar a uno de sus libros favoritos.  «Mindset» sostenía que las personas con una estructura mental fija, acerca de cómo debían ser las cosas, y cuáles eran las capacidades y limitaciones, eran las que tenían grandes dificultades para aprender.

Por el contrario, los individuos con una estructura mental flexible que priorizaba el crecimiento, aprendían con facilidad. Veían en los desafíos y en los fracasos, la oportunidad de expandir sus conocimientos y capacidades, y no un motivo para rendirse.

A quienes tenían un esquema mental fijo, les costaba mucho recuperarse de un fallo, gastando más energía en mostrarse inteligentes y disimular sus errores, que en aprender. En cambio, los individuos que no tenían mayores problemas en reconocer sus errores, obtenían valiosas lecciones de sus equivocaciones, y aprendían. Utilizaban sus fallos como un insumo de su propio crecimiento.

Sonia recordaba especialmente la idea de que a los hijos había que educarlos alentando los procesos en vez de centrarse en los logros. Y que lo más determinante era el empuje para sortear dificultades y sobreponerse a la frustración.

Para intentar armar una buena vida, había que estar siempre dispuesto a retroceder varios casilleros y volver al juego sin vergüenza, sin miedo y sin resentimientos.

«- Lléveme a casa, que me voy a cambiar de ropa», le indicó Sonia al chofer.

Ante la mirada de sorpresa de su padre, le pidió: «- Decile a mi hermano que convoque a todos a la fiesta, incluyendo al Arzobispo y al coro. Los quiero a todos ahí y a vos también», le dijo al chofer mientras lo miraba a los ojos por el espejo retrovisor.

«¿-Pero…qué pensás hacer, hija?», balbucéo el padre.

«-Papá, me vas a ayudar, o sos parte del problema?», lo cortó con firmeza.

Quince minutos después, ella bajaba de su departamento con un vestido negro muy lindo y moderno. El largo y costoso vestido blanco había quedado tirado en el living.

Con una sonrisa que denotaba su templanza, entró en la limusina y le dijo al chofer: «-Vamos a la fiesta.»

El chofer, entre aterrorizado y emocionado, puso en marcha la limusina.

Tan pronto arrancó, Sonia le guiñó un ojo a su padre, transmitiéndole confianza. Él seguía en estado de shock. Su hija tomó su celular y llamó al genial disck jockey.

«- Hola David, tenemos un ligero cambio de planes. Pedro me dejó plantada en el altar, pero voy a seguir adelante con la fiesta.»

Del otro lado de la linea, el célebre disck jockey era otra víctima del estupor. Ante su imposibilidad de articular palabra alguna, la novia continuó.

«- Voy a entrar a las once en punto, una vez que hayan llegado todos los invitados. Quiero hacerlo con el tema Sobreviviré, de Gloria Gaynor, así que tenelo preparado. Mi padre te confirma bien cuándo. Después, necesito de toda tu inspiración para que sea una noche inolvidable.»

A las once en punto todos los invitados estaban en el palacio. El clima estaba muy enrarecido. La convocatoria del hermano de Sonia,  quien con micrófono en mano desde el púlpito les había dicho que no habría ceremonia religiosa y que fueran directo a la fiesta había sido totalmente desconcertante.

En pocos instantes los amigos del novio se habían enterado de la novedad, y la noticia había corrido como reguero de pólvora. La duda central era si Sonia sería capaz de persuadir al novio y si finalmente ambos llegarían juntos a la fiesta.

Nada más lejano a los hechos. El ser humano y esa costumbre de aferrarse a tontas ilusiones para no morirse de tristeza o de miedo.

En aquél contexto, los invitados conversaban en voz baja, como si tuvieran miedo de hablar más alto. Todo muy lejos de un clima festivo. De repente, el volumen de la música se fue al máximo y la inconfundible voz de Gloria Gaynor empezó a escucharse con su legendario tema.

Despejando incógnitas y fantasías, Sonia entró sola, luciendo su vestido negro y una sonrisa impresionante. Aquél instante fue fundacional. En segundos que resultaron decisivos, los invitados comprendieron que no habría fiesta de bodas, sino que la novia, con un coraje sin precedentes, había decidido seguir adelante sola.

Así las cosas, no habría otra alternativa que acompañarla y bailar frenéticamente toda la noche. Hacer una fiesta aún mejor que la que podría haber sido si hubieran estado ambos novios. Ese fue el tácito pacto que se plasmó en aquellos instantes cruciales.

La noticia de aquella fiesta increíble llegó a la tapa de todos los diarios. En una de las entrevistas, Sonia le explicaba al periodista: «- ¿Qué podía hacer? Mi novio no iba a venir y esa era una realidad que no podía modificar.»

«- Tampoco había manera de evitar que todo el mundo se enterara. Podía volverme a llorar a casa, con mi familia en el living recreando un involuntario velorio.  O podía elegir seguir adelante. Y eso fue lo que hice.»

Tres años después, Sonia reincidió y esta vez el novio la esperó en el altar. Tuvo tres hijos y 15 años de buen matrimonio.

Artículo de Juan Tonelli: Enfrentar la catástrofe.

(Basado en una historia real)

Si te gustó esta historia, no te pierdas el próximo encuentro con Juan Tonelli el miércoles 22 de Octubre a las 19 hs. La entrada es libre y gratuita, en Dain Usina Cultural, Nicaragua 4899 (esquina Thames), Buenos Aires.

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