“¿- Y cómo fue la primera vez?”, preguntó el periodista.
“- Cuando tenía nueve años íbamos a un campamento en los asientos de atrás del auto, y él me dijo que le chupara la pija.» La violencia del testimonio estremeció a Claudio.
¿Cómo era posible que alguien pudiera poner en palabras tan claras semejante dolor?
Manuel, el entrevistado, era ahora un hombre de unos cincuenta que había sido abusado sexualmente muchas veces entre sus nueve y doce años. Claudio tenía la cabeza partida. Y no solo por la atrocidad en sí del abuso sexual, sino por la naturalidad con que la víctima había hablado de ese drama. No hizo falta preguntarse si en una situación parecida él sería capaz de hacer lo mismo. No había ninguna chance. Aunque hubiera crecido mucho y ya estuviera dispuesto a no darle tanta importancia a cómo lo veían los demás, resultaba imposible imaginarse a sí mismo poniéndole palabras a semejante dolor.
No era un tema de orgullo, de no querer mostrar defectos, o de tener miedo al ridículo. Los típicos problemas humanos de no querer exponerse a ser como una era, no aplicaban a este caso extremo. No se trataba de preservar la imagen de perfección que toda persona intenta proyectar de sí mismo. Esto era mucho más profundo que la timidez o la auto exigencia.
Algunos dolores eran tan grandes que no podían ser verbalizados. Como si estuvieran confinados dentro de uno, en las murallas que la cicatrización generaba. Y resultaba muy paradójico ya que ese mecanismo adaptativo para sobrevivir, podía ser el que impidiera la cura definitiva, perpetuando un sistema cerrado que nunca podría abrirse y sanar.
Mientras miraba aquél reportaje conmovedor, una pregunta volvía una y otra vez sobre el corazón de Claudio. ¿Cómo era posible que la víctima pudiera poder en palabras semejante dolor? ¿No tenía miedo? ¿Vergüenza? ¿Pudor? ¿Vértigo? ¿Pánico?
En la medida que la entrevista avanzaba, Claudio fue encontrando la respuesta. Los abusos sexuales habían ocurrido hacía treinta y cinco años. Pero ese no era el tema central que posibilitaba aquellas palabras redentoras. Lo que parecía explicarlo todo era que Manuel había estado treinta años sin poder hablarlo. Tres décadas con un dolor enorme encerrado en ese espíritu. Desvincular ese lapso, de la madurez con que era capaz de expresarlo ahora, era imposible.
Pensar en eso le disparó a Claudio otra pregunta. ¿Cómo habría hecho Manuel para vivir treinta años con semejante secreto, semejante dolor? Si no había podido hablar de esto con nadie; ¿de qué había hablado? De nada, evidentemente. Esa sorprendente capacidad de los seres humanos de callar lo único que necesitaban hablar. De cargar la angustia y el dolor en silencio y soledad, retroalimentando un aislamiento desolador.
Muchos de los mejores años de su vida, de los doce a los cuarenta y dos, habrían transcurrido con semejante secreto. Treinta años de los que Thoreau describiría como los de la mayoría de la gente: una vida de callada desesperación.
¿Esa sería la historia de cualquier ser humano? ¿Treinta o cuarenta años sobrellevando una situación desgarradora, caminando un largo, larguísimo camino personal hacia la libertad? Y si bien estaba claro que no era lo mismo la historia de Manuel o de Mandela que la de la mayoría de los mortales, no era menos cierto que usualmente llevaba décadas poder atravesar ciertos dolores, encontrar el sentido, dejar atrás todo lo que los ataba y maniataba.
Y en donde la libertad, no era un destino sino más bien una dirección. Y eso es lo que apenas podían decidir los seres humanos. Elegirla como un norte al cual moverse, más que un lugar al que llegar.
Claudio prestó atención al testimonio. Era sobrecogedor escuchar a una víctima que pudiera hablar con tanta claridad y con esa especie de distancia emocional. Como si le hubiera pasado a otro. Este hecho lo perturbaba, porque tomaba consciencia de que él nunca podría ponerle palabras como lo estaba haciendo Manuel. ¿Qué sería lo que lo posibilitaba? ¿El paso del tiempo? ¿La acumulación del dolor cristalizado? ¿Y cuál sería el catalizador del cambio? ¿El hartazgo del sufrimiento? ¿La búsqueda de la libertad? ¿Las ganas de vivir?
No tenía respuestas ciertas a tantas preguntas, aunque seguramente hubiera un poco de verdad en todas ellas.
Si ser adicto era no poder decir, ser capaz de ponerle palabras a los dramas, de expresar lo que nos hería en lo más profundo, era empezar a sanar.
Pensó en lo increíble de la vida humana. Capaz de conocer los abismos más oscuros y adaptarse a ellos, como si fueran normales. Pero aún en esas profundidades que solían durar décadas, siempre había algo en el alma humana que ponía en marcha el largo camino hacia la libertad.
Como una voz interior que nunca podía ser acallada del todo. Que maduraba durante largos períodos en los que parecía no haber avances. Soportaba todo y nunca se daba por vencida. Y en su momento y bajo determinadas circunstancias, decidía dejar la clandestinidad de una vida escindida para tomar la determinación de ponerse en marcha e integrar la existencia.
Ese camino era irreversible, sanador y vital. Era el regreso a casa, el regreso a uno mismo.
Artículo de Juan Tonelli: El largo camino hacia la libertad.
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Todos quedamos diferentes luego de una experiencia desagradable. Sin importar la gravedad de lo ocurrido, el mundo se ve y se siente distinto, como si no hubiera manera de acomodar lo que pasó. El Trastorno por Estrés Postraumático, (TEP), se trata de un problema psiquiátrico ansioso que puede presentarse después de haber vivido, haber sido testigo o haber participado en un evento traumático. Lo provoca cualquier evento en el cual la persona sienta que su integridad física y su vida están seriamente amenazadas. Todas las reacciones al trauma son normales y están encaminadas a asimilar lo sucedido y aprender lo más pronto posible de dicho acontecimiento, como un modo de mejorar la supervivencia en el futuro, si el hecho no fue tan grave puede ser que los síntomas vayan disminuyendo rápida y paulatinamente hasta desaparecer. Pero si fue dramático, los síntomas serán agudos.
Cuando el trastorno se prolonga en el tiempo, existen muchas probabilidades de que se haga crónico, pudiendo durar años. Una parte importante de los hechos ilícitos sucedidos queda sin ser denunciado o registrado. De ello se desprende que el dolor humano producido simplemente no se puede medir. Atrás de cada noticia que oímos o leemos hay varias personas que han adquirido un trauma con el cual lidiar.
Como le sucedió al personaje de hoy, Manuel tardó muchos años en poder liberarse de sus dolencias, pero aunque tardíamente pudo lograr desvincularse y romper las ataduras con el pasado, para vivir el presente en un estadio de absoluta Liberación, y habiendo conseguido esa Paz interior que lo alimentará a seguir adelante, sin sombras ni monstruos que lo persigan, sin volver la vista atrás para recordar su triste pasado. Por eso sobreviviente es una persona que a pesar del horror que le tocó vivir está de pie, luchando por reconstruir su proyecto de vida. Ya no se victimiza, y esto es lo que aprendió Manuel, a pesar de parecer imposible y difícil.
En mi opinión debemos tener la convicción de que practicar nuestros valores nos dará paz con nosotros mismos y con Dios. Esto transmite a nuestros seres queridos confianza, en lugar de tener curiosidad por las desgracias ajenas debemos ser solidarios. Vencer el temor es difícil. Si puedes ayudar a que alguien sé valiente, hazlo, Si tienes fe, la espiritualidad es de gran ayuda.
En mi vida personal no hubo un hecho parecido al de Manuel, pero me tocó criarme en un hogar donde mi padre sufría de “Alcoholismo crónico”, el vivió su problema sin agredirnos físicamente, y eso fue un poco mas llevadero, sin embargo la vergüenza y el poder reconocer que mi padre ha estado y está enfermo me llevo mucho años de mi vida hasta darme cuenta y plantar la mi propia bandera de Libertad, despegar del problema y afrontarlo como tal. Este último tiempo he compartido una de esas maravillosas reflexiones del Papa Francisco, y quisiera compartirlas con Uds. “EL PRIMERO EN PEDIR DISCULPAS, ES EL MAS VALIENTE. EL PRIMERO EN PERDONAR, ES EL MAS FUERTE. EL PRIMERO EN OLVIDAR, ES EL MAS FELIZ”, como nuestro amigo Miguel, como cada tantos de nosotros, surfear en nuestro interior, buscando el camino de regreso a casa, nos asegurara sin duda alguna, obtener el atajo mas seguro del largo camino hacia nuestra libertad. Juan Querido!!!!! Impresionante como nos haces reflexionar….Abrazo
Gracias Diego!
Querido Juancito.
Este relato es la cronica de mi vida.
Muchas gracias por la ayuda atravez de tus reflecciones.
Aun no sane ni puedo olvidar , pero he perdonado.
Un abrazo y otra vez GRACIAS!
JC
Qué difícil Juan Carlos…
Si pudiste perdonar, está lo más importante.
El dolor sigue pero ya no nos controla.
Un abrazo grande,
J
Todos en algún momento de nuestras vidas hemos pasado por un dolor muy grande, que nos ha marcado, lo bonito de esta situación es perdonar y dejar ir este dolor para que ya no nos haga mas daño, crecer como personas maravillosas que somos y tener paz, amor, armonía e infinita luz en nuestro corazón.
Impecable Marcela, muchísimas gracias!
ME ENCANTAN,LAS REFLEXIONES HAY ALGUNAS COMO ESTAS Q ME PARECE Q SE PUEDEN USAR OTROS TERMINOS.NO TAN INSUSOS..COMO ESA PARTE Q DISE LE CHUPO LA P…A.NO QUEDARIA MEJOR EL PENE Y NO SONARIA TAN GROSERO……POR DIOS!!!!!!!
Gracias por el comentario Luly. En realidad, el comentario fue tal cual ocurrió en el noticiero que grabó la dramática historia en vivo… Y me pareció que suavizarlo le quitaba fuerza, además de no ser cierto… Gracias igual por tu comentario. Un beso
Conozco este caso,la verdad tremendoo!Vi la entrevista y se bien de quien se trata.En cuanto a la persona que salio a hablar ,y la pregunta de porque lo hizo despues de treinta y cinco a0os,mas aun cuando la causa habia prescrito,no recuerdo la respuesta del entrevistadoMuy loco que el que tenga que tener verguenza sea la victima,.aunque en gran parte de abusos sexuales o violaciones es eso lo que ocurre..La victima a veces tiene mas culpa que el victimario.Quizas el haberse convertido en padre ,le hizo recapacitar y al mismo tiempo le dio coraje para que el tema saliera la luz y capitalizar esa experiencia para que se tocara el tema a fondo ,no se .Lo que si logro fue salir el de su propia clandestinidad y y el que tuvo que huir a fuerza de rechazo social fuera el abusador.Tremendo!
Así es Martina… Tremendo ! Pero es muy inspirador para los que no pasamos algo tan grave, pero que aún décadas después nos cuesta ponerle palabras…
Un abrazo y gracias