El ajedrecista había venido a Buenos Aires para representar a Polonia en la VIII Olimpíada Mundial de Ajedrez. Su mujer, Genia, había desistido de acompañarlo a último momento, producto de un fuerte estado gripal. Y obviamente Lusha, la pequeña hijita del matrimonio, se había quedado con su mamá.

El 1 de septiembre de 1939 y mientras su equipo enfrentaba al de Alemania en el Teatro Politeama, se enteraba que justamente Alemania invadía a Polonia y desencadenaba la Segunda Guerra Mundial.

Las gestiones del ajedrecista para traer a su mujer e hija fueron infinitas y vanas. Desde el embajador polaco en Argentina, hasta el mismísimo presidente Ortiz, nadie pudo hacer nada para rescatar a esa familia judía de la invasión nazi.

Las noticias que llegaban de Varsovia no sólo eran malas, sino cada vez más escasas. Frente a la desesperación por estar en contacto con ellos, al ajedrecista se le ocurrió intentar batir el récord mundial de partidas simultáneas a ciegas.

Esta clase de partidas implicaba jugar contra muchos jugadores a la vez, y sin poder mirar los respectivos tableros. Para ello, había que permanecer en un cuarto contiguo al que se encontraban todos los desafiantes, sin siquiera lápiz o papel para anotaciones. Lo único permitido en la habitación era un parlante para escuchar los movimientos de los adversarios, y un micrófono para indicar las jugadas propias.

En 1940 jugó contra cuarenta tableros, ganando 36 partidas, empatando 3, y perdiendo sólo 1. Y un tiempo después batiría su propio récord, enfrentando a ciegas a 45 contendientes simultáneamente. Tal como se lo había propuesto, las noticias de sus hazañas llegaron a Auschwitz y Treblinka. Lamentablemente, la mujer y la hijita de Miguel Najdorf no podrían escucharlas.

Años después, el Gran Maestro rehizo su vida en la Argentina, se casó y tuvo dos hijas.

Artículo de Juan Tonelli: Señales de vida.